jueves, 3 de noviembre de 2016

FRAGMENTO

EL MILAGRO DE AMAR de Teresa Cabañas
Osdejo una conversación entre Enrique y Mary en donde  es evidente la atracción que ambos sienten. Transcurre en un restaurante y esa noche marcará un antes y un después en su relación.

ESPERO QUE OS GUSTE.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —me dijo acercándose a mí como si fuera un secreto.
—Claro. —Le contesté deseando escuchar sus palabras.
—¿Cuál es tu color favorito?
Sonreí y me adelanté colocando mis brazos sobre la mesa, muy cerca de ella, la miré directamente a los ojos y le dije con voz profunda y relajada.
—El verde.
Debió notar que me refería al color de sus ojos ya que éstos se agrandaron mientras su sonrojo crecía al igual que su sonrisa.
—¿Y el tuyo? —le pregunté.
Imitó mi postura y al alargar sus brazos como los míos casi se rozaron, luego su mirada me retó quedándose clavada en mis ojos.
—Ámbar. —Dijo sensualmente, haciendo que casi me ahogara con mi saliva.
Nos quedamos en silencio, calibrándonos, sin querer desligar nuestras miradas y uní mis manos a las suyas sobre la mesa, acariciándolas.
—Me gusta estar contigo. —Le dije en un murmullo.
—Y a mí contigo. —Me contestó también sumisa.
Nos quedamos reflexionando nuestra confesión y sentí un regocijo creciendo desde mi pecho hasta mi estómago, acabando en mi entrepierna. Deseé tenerla en mis brazos y recrearme en su tacto, pero no quería precipitarme y que la velada pudiera acabar tan pronto.
—¿Te gusta bailar? —me miró y su sonrisa resplandeció en ella.
—¡Me encanta! —volvía a estar ilusionada.
(…)
La acerqué a mí con decisión y deseo, proclamando con la mirada mi intención de poseerla, si no era posible en cuerpo, entonces lo sería en alma. Entrelacé su otra mano en la mía, que encajaba perfectamente, y la apreté con cuidado de no dañarla, pero sin intención de soltarla hasta que mi cerebro volviera a la realidad y comprobara que era imposible mantenerla toda la vida amarrada como si fueran cadenas.
Nuestras miradas se unieron en una y sentí el hechizo de sus ojos avanzando, devastador, hasta mi corazón. Me estaba embrujando con su aroma, su belleza, su encanto y antas virtudes que me pasaría la noche entera nombrándolas. Me dejé llevar por mi intuición cerrándoles la puerta por esta noche a las preocupaciones, y empecé a moverme despacio con nuestros cuerpos pegados y nuestros alientos mezclándose a causa de nuestra cercanía.
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